Intentamos dar lecciones de cómo deberían los niños enfrentar los sentimientos cuando nosotros somos terribles para hacerlo. Si en verdad queremos servir de mentores o de ejemplo o en verdad ayudar a los niños a enfrentarse a sus sentimientos, deberíamos aceptar que no es fácil hacerlo para un adulto, y es incluso menos fácil para un niño.
¿Entonces qué hacer? Empezar por nosotros. Es decir, en verdad analizar cómo enfrentamos nuestros sentimientos y ver cómo podemos mejorar. Yo estoy convencida que los niños aprenden naturalmente como un subproducto de la actividad humana; y definitivamente el ambiente que rodea a los niños es clave para dejar impresiones que se fijan y se muestran a corto, mediano o largo plazo en sus vidas. Por lo tanto somos un referente para ellos. Yo doy gracias a los niños porque nos ayudan a ser mejores personas.
Una vez que uno logra aceptar cómo enfrentamos los sentimientos y tenemos un “plan” de qué vamos a hacer para mejorar, podemos ayudar a nuestros hijos a hacerlo. El aprender a manejar y enfrentar nuestros sentimientos de una mejor forma puede tomar poco o mucho tiempo, no dudes en pedir ayuda si fuera necesario.
Solo tú, como mamá o como papá, que conoce a sus hijos, sabrá el enfoque o la forma especial para ayudar a su hijo, debido a que cada ser reacciona, aprende, y procesa la información y los sentimientos de formas diversas. Sin embargo, te anoto algunas sugerencias que me parecen muy interesantes y aplicables, algunas basadas en el libro “How to Talk so Kids will Listen and Listen so Kids will Talk” (Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen) de Adele Faber y Elaine Mazlish.
A continuación te anoto sugerencias seguidas de un ejemplo de aplicación.
Escuchar con silencio y con atención:
HIJO (muy enojado): “Odio a José”.
A veces nos cuesta mucho no opinar o aconsejar o decir lo que nosotros haríamos. Pero es mejor cuando simplemente lo escuchas con toda la atención del mundo y aceptas los sentimientos del niño con la cabeza o con una palabra simple como “ya veo”, o “mm”. Esto indica a la niña o niño que lo estás escuchando y además incentiva a que él o ella misma siga procesando lo que ocurrió.
Darle un nombre al sentimiento o sentimientos.
MAMÁ: “Veo que estás muy enojado con tu amigo José”
HIJO: “Él me quitó la pelota y me pegó”
MAMÁ: “Ya veo, estás realmente enojado”
HIJO: “Bueno, él me pegó después de que yo le empujé”
Si hubiésemos interrumpido al niño en el caso anterior, con otras preguntas o con consejos, seguramente no nos hubiera contado los detalles de lo que ocurrió.
Las autoras del libro indican que todos los sentimientos pueden aceptarse. Sin embargo ciertas acciones deben restringirse. Es decir, si un niño indica que tenía tantas iras con tal otro niño y por eso le pegó, deberíamos asegurarnos que sepa que mamá entiende que debe haber estado muy molesto, pero que no es correcto pegar a otras personas.
HIJO: “Creo que José tal vez no se dio cuenta que todavía yo estaba jugando con la pelota, tal vez no es tan malo”.
MAMÁ: “Entiendo que estuviste muy enojado y molesto, y me alegra que José siga siendo tu amigo”
MAMÁ: “Pero no es correcto pegar a otros, la próxima vez que te parece si intentas hablar con él sobre cómo te sentiste”
Yo sé, suena simple y no es tan simple, pero el practicar constantemente y el solo hecho de reflexionar la forma como reaccionamos nos va a ayudar para que podamos avanzar en este hermoso proceso que es acompañar a nuestros hijos e hijas a crecer y vivir felices.
Te dejo una vez más esos “pasos” para que los pongamos en práctica. Me encantaría que me cuentes cómo te fue o si tienes sugerencias de otras maneras para ayudar a los niños a enfrentarse a sus sentimientos.
Escuchar con silencio y con atención
Aceptar el sentimiento con una simple palabra o gesto
Darle un nombre al sentimiento
Si el caso amerita restringir acciones
Todo se resume en conocer y aceptar que:
Los niños necesitan que sus sentimientos sean aceptados y respetados